Foto Rio Lagares (Baldo)
No hacen falta defensas a ultranza respecto de la figura del Presidente del Gobierno, de si es un peluche debilucho o un hombre de acero. Las críticas modestas, sinceras y constructivas siempre le han venido por esa aparente lentitud en la adopción de medidas o, por el empeño en mantener a toda costa, hasta el suspiro último a quién, por activa y por pasiva, debería haber sido sustituido desde largo tiempo. Son criticables también, auque de ello habrá que hablar en otro momento, las conductas inadecuadas que se están llevando a cabo en las empresas del Estado, gestionadas sin cumplir con la normativa a pies juntillas, en materia laboral y de salud y seguridad en el trabajo.
Las reformas, que está llevando a cabo Zapatero, son de mucho más calado de lo que realmente percibe la gente y ello, es fruto de una nefasta política de información pública, de no saber hacer llegar la política a los ciudadanos, sin mediar precisamente el lenguaje político. La gente quiere saber lo que ocurre y el por qué de las cosas.
No reconocer que se está produciendo una profunda transformación legislativa y una modernización sin precedentes, tendente a sentar las bases para un tiempo diferente, es ser canalla, es posicionarse en contra de los intereses ciudadanos y ello, sin aportar nada. El plan de la oposición política española es nefasto.
Los trabajadores están inquietos pero, al mismo tiempo confiados en el Presidente, con la esperanza puesta en su palabra.
La reforma laboral habrá de ser profunda si realmente, los términos ¡cueste lo que me cueste! del Presidente, significan estar con los conciudadanos, antes que con los electores. No hemos perdido la esperanza.
Modernizar el mercado de trabajo, habrá de ser para los que ya peinamos canas, cambiar todo aquello que está haciendo imposible avanzar, eliminar posturas tendentes a obstaculizar el progreso, apoyar el compromiso serio y humilde de los dirigentes sinceros.
Son claves, para el inmediato futuro, los cambios legislativos; es una garantía de credibilidad la tangibilidad normativa, conseguida con tesón, negociada, luchada.
Así, la responsabilidad penal de las empresas; la penalización de los fraudes contractuales laborales; la reforma de las pensiones; la implantación de un contrato indefinido base y fuerte, que permita un clusulado técnico y eficaz, junto al mantenimiento de los contratos temporales específicos estructurales y especiales sectoriales; la adecuación a Europa, del tiempo de trabajo y la jornada. Todo, habrá de ser la plataforma de un tiempo diferente tras la crisis.
Ha llegado el momento de poner sobre la mesa soluciones, además de condiciones; renuncias a cambio de garantías de futuro; un cambio leal de empleo en precario por otro posible y cierto. Al lado, las reglas del juego; la inaplazable ley de huelga; la modernización del sistema de negociación colectiva; un nuevo orden representativo social, acorde con los tiempos.
El profundo respeto por las trabajadoras y trabajadores y la exigencia de altura a los poderosos.
¡Una verdadera reforma laboral! Salvo mejor parecer. Baldomero Gómez