Cuando sabemos que hay empresarios que emplean a trabajadores con contratos de cuatro horas y les exigen la realización de 8 o 12 horas efectivas, estamos siendo de alguna manera cómplices; sabemos esto, pero nos consolamos pensando o diciendo en voz alta que poco importa porque, el pobre o la pobre trabajadora, al menos tiene un trabajo y seguramente le estén pagando dinero a mayores, aunque no conste a la vista.
Mal vamos, pues son tiempos en los que, precisamente muchos empresarios no están siendo -precisamente- solidarios, pidiendo esfuerzo a todo el que se mueve, solicitando ayudas oficiales, arremetiendo contra empleados públicos y quejándose de los costes laborales o de los impuestos. Cuando digo muchos, lógicamente, no me estoy refiriendo a todos, pero los que dan la espalda, quizás necesitaran una inspección para comprobar el abuso en la contratación y de ser así, hacerle pagar caro su cinismo.
¿Acaso el número de horas que el empresario insolidario no cotiza por la trabajadora o el trabajador, no resulta ser también dinero de todos?
No estamos siendo conscientes de que, además de no pagar por el servicio que recibe, se lucra de los beneficios que la normativa bondadosa pro-crisis le está otorgando, lucro que sale de las arcas de todos y a las que el insolidario empresario, no contribuye.
El cinismo llega incluso más allá de los pequeños y medianos empresarios defraudadores pues, hartos de oír frases hechas de políticos que también se las dan de comprometidos, podemos amanecer leyendo alguna noticia que nos informa de que la Xunta de Galicia no está por la labor de apoyar con inversión o avalando una inyección económica a un Astillero de Vigo; o sorprendernos al leer otra, que traslada las manifestaciones del Presidente de los Empresarios de la provincia de Pontevedra quien dice a los Sindicatos del naval, -a ver qué tornillos tirarán en las calles cuando esto se acabe-, no obstante no plantea la posibilidad de pedir inversión para los astilleros, tampoco se le ve apoyando la reivindicación también, ante el propio gobierno de Galicia, conducente a una solución por vía de la inversión o de un aval, como muy acertadamente le plantean los representantes de los trabajadores.
Aquellos insolidarios empresarios que se permiten explotar y robar horas, a camareras y auxiliares en cafeterías o restaurantes, entre otras actividades, son la manifestación exterior y básica del gran cinismo de cierta clase empresarial, que por otra parte estudian la posibilidad de inversión en entidades financieras.
Aunque los menos, hay otra clase de empresarios que quizá sean el tímido inicio de una nueva clase empresarial comprometida, que sí es posible. Salvo mejor parecer. Baldomero Gómez