Las situaciones a veces son parecidas pero no son iguales. No es lo mismo participar de la concurrencia entre gentes de distintos lugares llegados a un sitio para departir y compartir, acompañándose los unos a los otros, sin premeditación, habiendo decidido motu proprio asistir a un evento que, acudir a un lugar llevado, colocado, dejado al pairo de la situación, con el gesto oficial de "ahí te quedas, trata de disfrutar, después te recogemos".
Dar por bueno lo que puede resultar una chapuza, es ser cruel. Proliferan por doquier, los actos a los que gustan de asistir "políticos" al margen del deber institucional, pendientes sólo de la imagen, de la rentabilidad, asistidos de ingenuos colaboradores, inducidos, manejados, que se dejan llevar del boato más que de su profesionalidad, profesando quizás involuntariamente un triste culto al mal gusto.
Son tiempos para fijarse en quienes están dispuestos para cumplir con el cometido social de colaborar, poner los medios que hagan posible la realización de lo que dispongan directamente los ciudadanos destinatarios de los servicios sociales. No al revés.
Existen personas que militan en la política, que vienen planteando ese necesario cambio, que exigen un acercamiento real de las administraciones a los ciudadanos, no sólo a través de la creación de órganos participativos, que también, sino a modo de participación directa en la generación de ideas complementarias, haciendo servicios sociales dirigidos a colectivos mixtos, que reflejen la realidad de la vida, contrarios a los actualmente al uso que manejan a los usuarios tal si fuesen muñecos de trapo.
Hablar de inversión pública sin plantearse una decidida transformación de los servicios y de la asistencia social, desde la Administración Local, es no tener interés por la gente, por los votantes, por quienes son el origen y destino de los ideales, cualquiera que sea el signo político de donde vengan. Junto a las inversiones públicas en obras, en instalaciones, ha de estar como pilar básico del bienestar, lo cotidiano de las personas, desde su propia iniciativa, sin imposiciones, con actuaciones frescas, donde prime la persona.
Transferir las competencias, los presupuestos y los medios.
Hacer un verdadero pacto de complicidad para que todo funcione, sin protagonismos, teniéndose en cuenta únicamente la figura de aquel legítimo representante que ha elegido, en cada momento, el pueblo.
Unos servicios sociales cercanos, con naturalidad.
Salvo mejor parecer. Baldomero Gómez